¡Ayuda! Me
tengo secuestrado y quiero escapar
Fuente: iStock by Getty Images |
Estoy
atrapado, parece que no puedo escapar, y sin embargo, ha sido mi culpa: yo me
he secuestrado en una rutina de la que parece no haber escape. A pesar de que la
puerta está abierta, me aterra deshacerme de todas mis comodidades.
Hasta
ahorita, me ha gustado el lugar en donde estoy. Digo, me he tratado bien, me
puedo dormir tarde hasta desvelarme, me levanto cuando yo quiero, hago la
mayoría del tiempo lo que se me antoja, estoy tan cómodo…
Ayudo a mis
padres en ciertas tareas, en casi todo lo que me pidan. A veces de buen humor,
a veces molesto.
Es tan
placentero descansar en vacaciones, pero al mismo tiempo es tortuoso ver el
tiempo pasar desde el diván de la sala de mi casa.
Pero siento
que algo está mal. Algo simplemente no cuadra. Veo por la ventana y hay todo un
mundo afuera por explorar que muero por comerme.
Mi secuestrador
(yo) me consuela constantemente. Me tranquiliza con ciertos pensamientos que me
hacen olvidar el remordimiento.
Lo tienes
bien merecido, te has esforzado tanto todo este tiempo, necesitas un descanso,
has dado lo mejor de ti.
Has dado lo
mejor de ti…
Has dado lo
mejor de ti…
…
No.
No es
cierto. No he dado lo mejor de mí. El mundo no ha visto, ni siquiera está enterado
de lo que puedo hacer. ¡En mi mente se cruzan tantas buenas ideas!
Tengo una
visión a futuro de mí mismo, en el lugar donde quiero estar y con la gente con
la que quiero disfrutar mi tiempo. Es un llamado a vivir, gozar, hacer y
deshacer.
Creo es
tiempo de negociar con él. Creo que es tiempo de decirle que odio con toda mi
alma esta prisión. Seré honesto y le diré que no soporto la idea de morir
atrapado en la rutina. Negociaré los términos de mi liberación, y estoy seguro
de que le van a gustar.
Me haré
entender que puedo hacer cosas grandiosas, que puedo cambiar al mundo de alguna
forma, pero primero deberé empezar por mí mismo.
Obviamente
no va a ser fácil, pero sé que puedo convencerme de que es por mi bien.
No quiero
decepcionarme, voy a ser disciplinado, sé que no me detendré hasta cumplir con
todos los términos negociados. Si quiero mi libertad, tendré que dar resultados
que me encaminen a mi meta.
Habiéndole
expuesto todo esto a mi secuestrador, me ha dado la llave del candado que
sujeta la cadena a la que me he atado yo mismo.
Ahora la
pregunta es: ¿Tendré el valor de abrir el candado, o dejaré pasar esta
oportunidad?
Ahora yo
decido…
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